El día era extraordinariamente claro para ser finales de enero. Eran un lunes de esos que percibes tranquilos, todo parecía en orden, nada hacia presagiar que iba a convertirse en el día más negro que había conocido hasta el momento y que se iba a ser el primero de muchos días oscuros.
Cuando llegué al trabajo mi padre estaba nervioso, quería decirme algo pero no sabia como hacerlo para no asustarme.
¡Pobre!, no se daba cuenta que con tanto misterio me estaba poniendo sobreaviso y con los nervios de punta. Por fin me lo dijo de la manera más suave de la que era capaz que había muerto en accidente de coche un amigo mío que a la vez era hijo de uno de sus amigos. El día comenzó a oscurecerse para mi, el sol ya no brillaba con tanta intensidad.
Quedamos en ir los dos juntos a dar el pésame a sus padres, de esa manera se nos haría más sencillo a ambos. Iríamos en cuanto solucionásemos un tema de trabajo y en ello nos centramos. Yo estaba en mi mesa sentada, tomando unas notas, y el estaba a mi lado, de pie, hablando por teléfono. En cosa de segundos, por el rabillo del ojo, veo que se desploma lentamente hacia un lado. Me dio el tiempo justo de lanzar el brazo e impedir que cayese al suelo. Conseguí sentarle en mi silla, estaba pálido, con los ojos raros. Se me abrazó, puso su cabeza en mi pecho, le acariciaba la cabeza para intentar serenarle. Al cabo de un par de minutos ya estaba bromeando y diciendo que le iba a ahogar con ese abrazo de oso, sonreía. Le dejé y me senté en la otra mesa, parecía que había sido un ligero desmayo, pero su cara seguía rara y yo estaba nerviosa. Me dijo que le dolía un poco el pecho y en ese momento me levanté corriendo llamándole bruto, gritando que me lo tenía que haber dicho antes y que me iba a buscar un médico. Así lo hice, no se me ocurrió llamar a nadie, le dejé con el cliente al que atendíamos y salí como una posesa a por el coche y a por un médico. Entré gritando en el centro médico, no recuerdo bien ni como llegué, ni como entré en la consulta, sólo se que había dejado el coche en marcha en la puerta y que en cosa de pocos minutos llevaba en mi coche a un médico y a un enfermero. Cuando llegamos mi padre estaba sin sentido, me había seguido con la mirada hasta que me monté en el coche y sencillamente cerró los ojos y se murió. Hicieron todo lo que estuvo en sus manos durante una hora. En ese tiempo yo daba vueltas como un león enjaulado, no me creía lo que estaba pasando, no podía ser. Salió el médico y me dijo que no pudieron hacer nada. Entré en la oficina, estaba tumbado en el suelo con los ojos cerrados, me tumbé sobre el y comencé a pegarle, no me podía estar haciendo eso, le gritaba como una loca, le daba puñetazos en el pecho. El médico estaba a mi lado, me decía que le dejase, que estaba muerto, yo me enfurecía por momentos, chillaba, le decía que era mentira, que no estaba muerto.....me levantó por los hombros, me zarandeó, y no estoy segura, pero creo que me dio una bofetada para que reaccionase, me abrazó muy fuerte y me besaba el pelo, me sacó de allí.
Quedaba lo más difícil, mi padre había bajado de casa por la mañana dejando a mi madre con un beso y una sonrisa, ahora le íbamos a subir muerto, le íbamos a vestir y le llevaríamos al tanatorio, al mismo al que íbamos a ir los dos a dar el pésame por un amigo muerto, y fuimos, claro que fuimos, pero de una forma muy diferente a la pensada. El resto.....es otra historia
Cuando llegué al trabajo mi padre estaba nervioso, quería decirme algo pero no sabia como hacerlo para no asustarme.
¡Pobre!, no se daba cuenta que con tanto misterio me estaba poniendo sobreaviso y con los nervios de punta. Por fin me lo dijo de la manera más suave de la que era capaz que había muerto en accidente de coche un amigo mío que a la vez era hijo de uno de sus amigos. El día comenzó a oscurecerse para mi, el sol ya no brillaba con tanta intensidad.
Quedamos en ir los dos juntos a dar el pésame a sus padres, de esa manera se nos haría más sencillo a ambos. Iríamos en cuanto solucionásemos un tema de trabajo y en ello nos centramos. Yo estaba en mi mesa sentada, tomando unas notas, y el estaba a mi lado, de pie, hablando por teléfono. En cosa de segundos, por el rabillo del ojo, veo que se desploma lentamente hacia un lado. Me dio el tiempo justo de lanzar el brazo e impedir que cayese al suelo. Conseguí sentarle en mi silla, estaba pálido, con los ojos raros. Se me abrazó, puso su cabeza en mi pecho, le acariciaba la cabeza para intentar serenarle. Al cabo de un par de minutos ya estaba bromeando y diciendo que le iba a ahogar con ese abrazo de oso, sonreía. Le dejé y me senté en la otra mesa, parecía que había sido un ligero desmayo, pero su cara seguía rara y yo estaba nerviosa. Me dijo que le dolía un poco el pecho y en ese momento me levanté corriendo llamándole bruto, gritando que me lo tenía que haber dicho antes y que me iba a buscar un médico. Así lo hice, no se me ocurrió llamar a nadie, le dejé con el cliente al que atendíamos y salí como una posesa a por el coche y a por un médico. Entré gritando en el centro médico, no recuerdo bien ni como llegué, ni como entré en la consulta, sólo se que había dejado el coche en marcha en la puerta y que en cosa de pocos minutos llevaba en mi coche a un médico y a un enfermero. Cuando llegamos mi padre estaba sin sentido, me había seguido con la mirada hasta que me monté en el coche y sencillamente cerró los ojos y se murió. Hicieron todo lo que estuvo en sus manos durante una hora. En ese tiempo yo daba vueltas como un león enjaulado, no me creía lo que estaba pasando, no podía ser. Salió el médico y me dijo que no pudieron hacer nada. Entré en la oficina, estaba tumbado en el suelo con los ojos cerrados, me tumbé sobre el y comencé a pegarle, no me podía estar haciendo eso, le gritaba como una loca, le daba puñetazos en el pecho. El médico estaba a mi lado, me decía que le dejase, que estaba muerto, yo me enfurecía por momentos, chillaba, le decía que era mentira, que no estaba muerto.....me levantó por los hombros, me zarandeó, y no estoy segura, pero creo que me dio una bofetada para que reaccionase, me abrazó muy fuerte y me besaba el pelo, me sacó de allí.
Quedaba lo más difícil, mi padre había bajado de casa por la mañana dejando a mi madre con un beso y una sonrisa, ahora le íbamos a subir muerto, le íbamos a vestir y le llevaríamos al tanatorio, al mismo al que íbamos a ir los dos a dar el pésame por un amigo muerto, y fuimos, claro que fuimos, pero de una forma muy diferente a la pensada. El resto.....es otra historia
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